jueves, 1 de agosto de 2013

Cierra la Crónica de León, pero siempre quedará la Generación Porras

UribeX
Laurita, el menda, Porras, Jorge Callado, la mi Marián, Evita Dinamita Suárez, Carmen Perrino y Eva Madruga en las fiestas de Vegas del Condado del año 1994; nos comíamos todo lo festivo que hubiera

He escrito varios artículos sobre el cierre de La Crónica de León en los periódicos digitales en los que suelo escribir mis cositas en algunos blogs (Leonoticias, iLeón y León Directo) y he dejado algún recuerdo en forma de texto y de fotografías en el excelente proyecto cultural Tam Tam Press para recordar lo que ha supuesto para León y para el periodismo español este proyecto que ha tenido 27 años de vida.

Yo entré en él hace 21 años, con 21 años de edad, como explico en alguno de esos artículos, seis años después de que comenzara. Increíble si ves el primer periódico que salió como había mejorado su producto. Se hacía todo por ordenador. Año 1992. No todos los diarios tenían ese tipo de tecnología por aquel entonces.

Pero fue el 21, o 22 de junio de 1993 cuando la cosa cambió. Entró por la puerta un chaval madrileño, medio jerezano de Lopera, delgado, de ojos azules y con un atractivo acento y una gran sonrisa del que pronto nos quedamos todos los de prácticas "enganchados" por su palabra mágica: "¡Fiestuqui!". Era José Javier Porras Valenzuela, un chaval que el primer día de sus prácticas se quedó conmigo bajo una enormísima tormenta (el primer día que yo salía a las 19:30 horas de aquella redacción) en la que los contenedores navegaban por la avenida de la Facultad y el granizo cayó como nunca. "¿Uribe, qué hacemos, vamos para mi piso?" Me dijo tras media hora y unos cigarrillos protegidos en la entrada de una cochera a pocos metros de la redacción de La Crónica. Y yo le contesté: me da que no, que esto es demasiado gordo para no volver a la redacción y preguntar si necesitan ayuda. Decidimos volver: salimos a las doce y media larga de la noche... y en todo el verano (y el siguiente) no volvimos a salir a las 19:30 ni queriendo ir al cine. Nos fue imposible, tal era el grado de implicación de aquel periódico. Aquel día, tras la tormenta de verdad y la informativa, Porras me preguntó cuando salimos a tomarnos algo "¿Pero esto es siempre así?" y yo le dije: "No siempre pasan tormentas como éstas, pero sí, siempre es igual de divertido". Se enganchó al periodismo como nadie y creo que ese día tuvo mucho que ver (y la redacción a la que entró, una de las mejores escuelas del periodismo español).

El "efecto Porras"
Y es que no pocos conocen el efecto Porras, toda una redacción en Prácticas se movilizaba si él decía "¡Fiestuqui!". Con su piso alquilado en la calle San Vicente Mártir (al que me desplacé a vivir al año siguiente) como base de operaciones, las que pudimos liar. Incluso mi amigo Luisín conoció a Noemí, la que hoy es su mujer y la madre de sus hijos. Muy grande.

Una redacción de prácticas entera. Que sí, que no exagero. Y volvíamos tardísimo porque como escuderos tanto Jorge Callado (corresponsal de Cistierna en aquel momento) como yo, también la liábamos parda. Jorgito acuñó la terrible frase de "la arrancadera" (la última copa antes de irse a casa) que duraba dos o tres arrancaderas más. Es decir, fiesta, fiesta y más fiesta. Y cuando le echaban la culpa a Porras él decía: "¡Oye, que yo no te obligo a que te quedes!".

Otra gran frase perfecta para eso de salir todos los días, que le dijo Porras a Susana Graupera cuando entramos tres en un garito vacío un martes de agosto perdido de la mano de Dios: "No importa el sitio, importa la compañía". ¡Qué gran verdad!

O como aquel día que nos dijo Marián García que había una fiesta increíble en Prado de la Guzpeña y que nosotros, trabajando en Comarcas vimos que tenía 15 habitantes. ¿Pero cómo podía ser? No sé cómo lo hicimos pero un 13 de agosto del 94 cogimos cuatro coches y nos plantamos diecitantos allí para flipar: más de ocho mil personas de fiesta. Impresionante. Lo mejor, la vuelta: de día. Llegamos a las diez de la mañana para tomar un café (cerveza en caso de Porras) y a las diez y media currando. Ese día José Ramón Bajo, "Jota" nos llevó a la máquina para echarnos la bronca porque "es que me váis a matar la redacción con tanta fiesta" (ojo, preocupado, y con sus razones) y los dos al únísono le espetamos "¿Pero sale el periódico sí o no? ¿Sí? Pues suficiente".

Una generación de prácticas mítica
Y es que aquellos años pasó lo increíble, lo mejor, lo más divertido y especial de mi vida y de nuestras vidas de muchos que hacíamos prácticas allí. Y no sólo de los practiqueros (entonces nadie les llamaba becarios) sino los mayores. A Teo Brugos lo liábamos una dos y tres veces, a Ana Ustariz, a Dani Álvarez de la Torre, a Eva Suárez, Marián García, Roberto Fernández... y a las de la centralita y publicidad, Alicia y Rosina incluidas (y sobre todo su hermana) los de prácticas comandados por Porrinas se los llevaban de calle y a la calle. También a mis amigos de la pandilla de León y a alguna que otra chiquilla que hacía prácticas en el Banco de Santander y que hoy es amiguísima de Luis y Noemí gracias a encontrarse al Porras una noche de cervezas en un bar en León.

Las que liamos. Especialmente divertidas las fiestas en el chalé de Carmen Perrino (qué tía más maja). Porrinas, de aquellas, era un dandi que se las llevaba a todas de calle, pero de calle. Todas pendientes de él. Jejeje. Y todos pendientes de que una no se enterara de que él estuviera ligando con otra.

De aquellos años recuerdo a Raquelina Ordás (que tuvo su agria polémica primero con un restaurante italiano del que le quedó el mote "une grande profechionale" y segundo con el alvariño), a Lorena Fuertes (zumo de naranja en mano por litros para superar la resaca con esa sonrisaza y esos ojazos diciendo aquello de "la que liamos en el pueblo este fin de semana... ¿pero hoy salimos, no?"), a Silvia Alonso, al graciosísimo Currito Higuero (que era enorme y cuando iba a entrar en su mini verde no te creías que fuera a caber y enórmemente gracioso; por cierto, responsable de Comunicación de la última Copa Confederaciones ¡nada menos!) y a la recua de nombres que tenía aquella redacción que hacía que el que leyera el periódico creyera que le estaban tomando el pelo: J.J. Porras, Carmen Perrino, Estrella Casquete, Manuel Cerdá, Eva Madruga, Camino Monge y alguno más del que no me acuerdo (perdonadme chicos y chicas pero sois tantos y yo tan malo con los nombres que si me los recordáis os voy añadiendo).

Para que la gente tenga un ejemplo: en su segundo año de prácticas Porras estuvo 60 días en León. De ellos contabilizamos 59 días saliendo y uno, el que nos quedamos en casa, nos montamos una fiesta del copón. Fuimos a fiestas de pueblo a patadas, sobre todo a la de Gordaliza del Pino, el pueblo del bonachón "Jota" al que todos venerábamos. Las risas que nos echábamos allí y más cuando apareció Eduardo Gordaliza por la redacción de prácticas otro año.

Más practiqueros míticos en La Crónica como Emilio Gancedo, Ricardo Argüello (el rubio más "negro" de León) cayeron en nuestras redes... y más y más...

Mis primeros años de trabajo: míticos
Y Porras terminó quedándose a trabajar en La Crónica (lo hizo hasta el final) para que también se sumara más gente gente como Ana Rosalina López y Marta Canseco (las de las agencia Efe y Europa Press). Ana Rous, tan importante en mi vida (un besazo, mi niña, que no me había olvidado de ti pero es que tienes que salir en el mejor artículo de todos, el personal) que terminó sufriendo el cierre de La Crónica en El Bierzo pero que se ha casado con el corresponsal de Sahagún ("ascendido" a redactor en El Bierzo también) más increíble, dicharachero e inteligente que conozco: el mítico Paco Labarga.

Ay, Martita y Ana Rous... que me mandaron un fax a la redacción con letras gordas diciendo que yo era poco menos que un varón dandi... jejeje. Dos mujeres fantásticas y esforzadas: que estaban encandiladas por cómo trabajábamos el Porras y yo. Ciertamente nos iríamos de fiesta, pero siempre intentábamos preguntar algo en las ruedas de prensa por vergüenza torera pese a que la mítica Angélica Rubio de la Ser hacía todas las que te preparabas y más (uno se consideraba de entonces que empezaba a saber de periodismo si te quedaban aún preguntas inteligentes tras las diez o doce que hacía ella). Cuando me fuí al Diario de León, cuando Porrinas y yo coincidíamos en una rueda de prensa, durante un par de años titulábamos igual aunque parezca increíble. Igual.

Y aún así, fiesta, fiesta y más fiesta. En invierno el Porras, Jorgito y yo, volviendo a casa pocas horas antes de la reunión del periódico con dos o tres 'arrancaderas' mediante. Y sacábamos el periódico, y lo hacíamos bien. Y seguíamos liándola con Porras como excusa. Porque sí, porque éramos jóvenes y porque podíamos.

Cuando se acabó mi paso por La Crónica (año 98), Porras y yo nos fuimos distanciando. Pero él mantuvo su áura mítica porque de vez en cuando nos encontrábamos de fiesta por el Húmedo y los prácticos (ya se les decía becarios) estaban con él y le querían a tope. Yo ya no estoy para trotes (volé mucho) y ya no salgo. Las últimas veces que le ví, sabiendo lo que le había caído encima siendo representante sindical y viendo las cosas que pasaban en La Crónica, seguí viendo su fuerza en sus ojos, esa pasión... pero un cansancio vital importante. Tan duro ha sido el ver morir a La Crónica sin poder hacer nada. Pero él la ha defendido hasta el final.

Y es que para una serie de personas que pasaron por La Crónica, José Javier Porras Valenzuela, madrileño con pueblo en Lopera (Jaén) es su nexo de unión personal más allá de las historias de redacción y lo increíble que era la gente allí.

Llegué antes que él, pero hoy puedo decir que fui de los primeros de la Generación Porras. Y que no fui el único. Y señores, este es mi blog personal y tengo que decirlo: un periodista como la copa de un pino y el responsable de que decenas de personas quisieran repetir la experiencia de pasar las prácticas en La Crónica. Porque él le daba humanidad e interés a la experiencia de ser periodista y persona.

Para mí, y supongo que para muchos, la entrada de Porras en la redacción de La Crónica marcó un hito en nuestras vidas. Y nadie que lo haya conocido lo puede dudar. Por eso le dedico este artículo a él, por supuesto, y a todos los que le hayan conocido. Suerte habéis tenido.

El primer año de José Javier Porras Valenzuela en León (sí, es él, a mí se me reconoce fácil); foto sacada en aquel piso de San Vicente Mártir en las que nos preparábamos unas copas para salir y ahorrar... las que liamos allí
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